sábado, 30 de abril de 2011

Beatificación del Papa Juan Pablo II


Venerable Juan Pablo II




Después de una larga agonía, el sábado 2 de abril de 2005, el Señor llamó al papa Juan Pablo II a su presencia. Desde el preciso instante de su muerte, comenzó a corearse la frase: “Santo súbito”, expresión con la cual los fieles reconocían la fama de santidad que acompañaba a aquel hombre de intensa vida de oración, pastor incansable de la Iglesia Universal y testigo valiente del Evangelio de Cristo.

A seis años de su Pascua, la Congregación para la Causa de los Santos, con júbilo y esperanza, comunicó al Pueblo de Dios la beatificación del venerable Juan Pablo II, la cual tendrá lugar en la plaza de San Pedro en Roma, el día 1.º de mayo del 2011, II Domingo de Pascua y Domingo de la Divina Misericordia.

Figura carismática. Evidentemente, este acontecimiento reviste una especial importancia, no solo porque invita a que todos nosotros, como bautizados, nos sintamos impulsados a asumir, como él lo hiciera, una vida cristiana más profunda y plena; sino, también, por el hecho de que Juan Pablo II supo ganarse el cariño y la admiración del mundo, tanto de su elocuente carisma personal, como de su fructífero ministerio apostólico, fué testimonio fiel de abandono total en las manos de Dios y en la protección de su santísima Madre (TotusTuus). Si bien con dolor, a través de la oración, le acompañamos en su tránsito definitivo a la casa del Padre, vimos cumplirse en Juan Pablo II la divina voluntad a la que siempre quiso someterse: “Una vez más deseo confiarme totalmente a la gracia del Señor. Él decidirá cuándo y cómo debo terminar mi vida terrena y mi ministerio pastoral. Aceptando ya esta muerte, espero que Cristo me dé la gracia de este último pasaje, es decir, (mi) Pascua. Yo también espero que la haga útil para esta causa más importante a la que trato de servir: la salvación de los seres humanos, la protección de la familia humana, en todas las naciones y entre todos los pueblos, útil para aquellos que, de una manera especial, se me han confiado, en la Iglesia, para gloria del propio Dios” (Testamento de Juan Pablo II- 1980). 

Juan Pablo II nos dio ejemplo a todos de virtudes cristianas como la oración, la paciencia en las tribulaciones, el respeto a las personas, la solidaridad y la construcción de la paz.

Aquel que, como ha destacado el papa Benedicto XVI, “con su ejemplo, nos ha guiado a todos en esta peregrinación, y ahora sigue acompañándonos desde el cielo”, en adelante, por su solicitud fraterna auxiliará, pues, en mucho a nuestra debilidad.

Llamado a la santidad. Sin duda, en el contexto de la Pascua de Resurrección, recién celebrada, la beatificación de Juan Pablo II nos anima a entender que “todos estamos llamados a la santidad: es la medida misma de la vida cristiana” (Benedicto XVI, 13 de abril del 2011), a la que ninguno está excluido. “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mateo 5,48).
Juan Pablo II anunció franca y claramente el Evangelio al mundo del hoy provocando un encuentro con Jesucristo. A la vez exaltó el valor y la dignidad del ser humano desde el instante de la concepción.

Recordamos a los señores curas párrocos que este acontecimiento constituye un gran motivo para agradecer a Dios, en las misas del domingo 1.º de mayo, por este hijo de la Iglesia, pastor fiel y servidor de la humanidad; a la vez, hacemos un ferviente llamado al pueblo católico y a todas las personas de buena voluntad, a unirnos en las distintas celebraciones que, tanto a nivel parroquial, como nacional, se han dispuesto para esta memorable fecha. 

Oración para implorar la interseccion del
Beato Juan Pablo II:

Oh Trinidad Santa:
 

Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia
al Papa Juan Pueblo II y porque en él has reflejado
la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de
Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.


El, confiando totalmente en tu infinita misericordia
y en la maternal intercesión de María,  nos ha
mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor,
indicándonos la santidad, alto grado de la vida
cristiana ordinaria, como camino para alcanzar
la comunión eterna Contigo.


Concédenos por su intercesión, y si es Tu voluntad,
el favor que imploramos, con la esperanza de que
sea pronto incluído en el número de tus santos.
Amén.



Beato Juan Pablo II, ruega por nosotros.

Fiesta de la Divina Misericordia



En qué consiste la Fiesta de la Divina Misericordia?
 
La Fiesta de la Divina Misericordia había sido, hasta el año 2000 una devoción privada. Pero ya el 5 de mayo de ese año la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede declaró el Segundo Domingo de Pascua, es decir, el domingo siguiente al Domingo de Resurrección, como “Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia”. En este año es el Domingo  1ero de mayo  del 2011.
 
El Papa Juan Pablo II había dado la sorpresa al mundo de hacer ese anuncio el día en que canonizó a Sor Faustina Kowalska, precisamente en el Domingo de la Divina Misericordia del año 2000. “En todo el mundo el Segundo Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros”. 
Así, lo que era una devoción privada, muy extendida ya en muchas partes del mundo católico, pasó a ser Fiesta oficial de la Iglesia. El Papa dispuso que se conservaran los mismos textos tanto en el Misal Romano, como en la Liturgia de las Horas. 
El texto evangélico de ese domingo (Jn. 20, 19-31) es elocuente en cuanto a la Misericordia Divina: narra la institución del Sacramento de la Confesión o del Perdón. Es el Sacramento de la Misericordia Divina.
 
¿En qué consiste, entonces, esta Fiesta de la Divina Misericordia? He aquí lo que dijo Jesús a Santa Faustina: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de mi Misericordia. Derramo un mar de gracias sobre las almas que se acerquen al manantial de mi Misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas” (Diario 699).
 
Es decir, quien arrepentido se confiese y comulgue el Domingo de la Divina Misericordia, podrá recibir el perdón de las culpas y de las penas de sus pecados, gracia que recibimos sólo en el Sacramento del Bautismo o con la indulgencia plenaria. O sea que si su arrepentimiento ha sido sincero y si cumple con las condiciones requeridas, el alma queda como recién bautizada, libre inclusive del reato de las penas del purgatorio que acarrean sus pecados aun perdonados.
 
La devoción de la Divina Misericordia, incluye también la Hora de la Divina Misericordia, la Coronilla (o Rosario) de la Divina Misericordia y la Novena preparatoria a la Fiesta de la Misericordia, que por cierto no es condición requerida para recibir las gracias especiales el día de la Fiesta de la Divina Misericordia.

Coronilla de la Divina Misericordia
 
Para rezarla se utiliza un rosario común de cinco decenas.
Comenzar con un Padre Nuestro, Avemaría, y Credo.
Al comenzar cada decena (cuentas grandes del Padre Nuestro) decir:



Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero.

En las cuentas pequeñas del Ave María:


Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

 
Al finalizar las cinco decenas de la coronilla decir:
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero."(repetir 3 veces)

Oh Sangre y Agua, que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, yo confío en vos".

Oh Dios de gran misericordia!, bondad infinita, desde el abismo de su abatimiento, toda la humanidad implora hoy Tu misericordia, Tu compasión, ¡Oh Dios!; y clama con la potente voz de la desdicha.


¡Dios de Benevolencia, no desoigas la oración de este exilio terrenal! ¡Oh señor!, Bondad que escapa nuestra comprensión, que conoces nuestra miseria a fondo y sabes que con nuestras fuerzas no podemos elevarnos a Ti, Te lo imploramos: Adelante con Tu gracia y continúa aumentando Tu misericordia en nosotros, para que podamos, fielmente, cumplir Tu santa voluntad, a lo largo de nuestra vida y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de tu misericordia nos escude de las flechas que arrojan los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como hijos Tuyos, aguardemos la última venida (día que Tú solo sabes). Y esperamos obtener lo que Jesús nos prometió a pesar de nuestra mezquindad.

Porque Jesús es nuestra esperanza: A través de su Corazón misericordioso, como en el Reino de los Cielos.


sábado, 23 de abril de 2011

Domingo de Resurrección

 

El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual es el día en que incluso la iglesia más pobre se reviste de sus mejores ornamentos, es la cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa que sigue al dolor. Y un dolor y gozo que se funden pues se refieren en la historia al acontecimiento más importante de la humanidad: la redención y liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.

Nos dice San Pablo: "Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo la vida a nuestros cuerpos mortales". No se puede comprender ni explicar la grandeza de las Pascuas cristianas sin evocar la Pascua Judía, que Israel festejaba, y que los judíos festejan todavía, como lo festejaron los hebreos hace tres mil años, la víspera de su partida de Egipto, por orden de Moisés. El mismo Jesús celebró la Pascua todos los años durante su vida terrena, según el ritual en vigor entre el pueblo de Dios, hasta el último año de su vida, en cuya Pascua tuvo efecto la cena y la institución de la Eucaristía.

Cristo, al celebrar la Pascua en la Cena, dio a la conmemoración tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido nuevo y mucho más amplio. No es a un pueblo, una nación aislada a quien Él libera sino al mundo entero, al que prepara para el Reino de los Cielos. Las pascuas cristianas - llenas de profundas simbologías- celebran la protección que Cristo no ha cesado ni cesará de dispensar a la Iglesia hasta que Él abra las puertas de la Jerusalén celestial.

La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del acontecimiento clave de la humanidad, la Resurrección de Jesús después de su muerte consentida por Él para el rescate y la rehabilitación del hombre caído. Este acontecimiento es un hecho histórico innegable. Además de que todos los evangelistas lo han referido, San Pablo lo confirma como el historiador que se apoya, no solamente en pruebas, sino en testimonios.

Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. ¿Cómo no alegrarse por la victoria de Aquel que tan injustamente fue condenado a la pasión más terrible y a la muerte en la cruz?, ¿por la victoria de Aquel que anteriormente fue flagelado, abofeteado, con tanta inhumana crueldad?

Este es el día de la esperanza universal, el día en que en torno al resucitado, se unen y se asocian todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada.

La Resurrección nos descubre nuestra vocación cristiana y nuestra misión: acercarla a todos los hombres. El hombre no puede perder jamás la esperanza en la victoria del bien sobre el mal. ¿Creo en la Resurrección?, ¿la proclamo?; ¿creo en mi vocación y misión cristiana?, ¿la vivo?; ¿creo en la resurrección futura?, ¿me alienta en esta vida?, son preguntas que cabe preguntarse.

El mensaje redentor de la Pascua no es otra cosa que la purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos; purificación que , aunque implica una fase de limpieza y saneamiento interior, sin embargo se realiza de manera positiva con dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu , la vitalización del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz -suma de todos los bienes mesiánicos-, en una palabra, la presencia del Señor resucitado. San Pablo lo expresó con incontenible emoción en este texto : "Si habéis resucitado con Cristo vuestra vida, entonces os manifestaréis gloriosos con Él" (Col. 3 1-4).


Felices Pascuas a todas Uds. y sus familias!


viernes, 22 de abril de 2011

Viernes Santo - La crucifixión de Cristo




La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza.

Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo Amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado.

San Juan, teólogo y cronista de la pasión nos lleva a contemplar el misterio de la cruz de Cristo como una solemne liturgia. Todo es digno, solemne, simbólico en su narración: cada palabra, cada gesto. La densidad de su Evangelio se hace ahora más elocuente.  Y los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina. Es sacerdote y templo a la vez, con la túnica inconsútil que los soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de Dios, el ejecutor del testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero inmaculado e inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz que todo lo atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia él la mirada.

La Madre estaba allí, junto a la Cruz. No llegó de repente al Gólgota, desde que el discípulo amado la recordó en Caná, sin haber seguido paso a paso, con su corazón de Madre el camino de Jesús. Y ahora está allí como madre y discípula que ha seguido en todo la suerte de su Hijo, signo de contradicción como El, totalmente de su parte. Pero solemne y majestuosa como una Madre, la madre de todos, la nueva Eva, la madre de los hijos dispersos que ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Maternidad del corazón, que se ensancha con la espada de dolor que la fecunda. 

La palabra de su Hijo que alarga su maternidad hasta los confines infinitos de todos los hombres. Madre de los discípulos, de los hermanos de su Hijo. La maternidad de María tiene el mismo alcance de la redención de Jesús. María contempla y vive el misterio con la majestad de una Esposa, aunque con el inmenso dolor de una Madre. Juan la glorifica con el recuerdo de esa maternidad. Ultimo testamento de Jesús. Ultima dádiva. Seguridad de una presencia materna en nuestra vida, en la de todos. Porque María es fiel a la palabra: He ahí a tu hijo.

El soldado que traspasó el costado de Cristo de la parte del corazón, no se dio cuenta que cumplía una profecía y realizaba un último, estupendo gesto litúrgico. Del corazón de Cristo brota sangre y agua. La sangre de la redención, el agua de la salvación. La sangre es signo de aquel amor más grande, la vida entregada por nosotros, el agua es signo del Espíritu, la vida misma de Jesús que ahora, como en una nueva creación derrama sobre nosotros. 

LA CELEBRACIÓN

Hoy no se celebra la Eucaristía en todo el mundo. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni adornos. Recordamos la muerte de Jesús. Los ministros se postran en el suelo ante el altar al comienzo de la ceremonia. Son la imagen de la humanidad hundida y oprimida, y al tiempo penitente que implora perdón por sus pecados.  Van vestidos de rojo, el color de los mártires: de Jesús, el primer testigo del amor del Padre y de todos aquellos que, como él, dieron y siguen dando su vida por proclamar la liberación que Dios nos ofrece.

jueves, 21 de abril de 2011

Jueves Santo - La Ultima Cena









La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos. 

En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.

San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.

La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).  Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).  Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".

En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.  Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).

Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.

Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.

Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.

Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).

Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.

martes, 19 de abril de 2011

Abril - Mediados - Cadena de Oración


Gracias por todas las bendiciones recibidas muy especialmente por la recuperación de la mamá de Silvana y el resultado positivo de la cirugía de Cecilia Váscones.

Muchas felicidades a Eileén Valarezo, por su nombramiento como Presidenta de la Cámara Ecuatoriana-Venezolana.


Por nuestros enfermos:

  •  Vicente Adum - Esposo de Ana Ma. Gilbert
  • Víctor Campozano A. - Amigo de Ma. Juanita
  • Pilar Chávez - Hermana de María de Lourdes 
  • Doménico Miguel Costa Bodero - Papá de Rina 
  • Carlos Febres Cordero 
  • Manuel Gambarrotti - Hermano de Marcela (motivos particulares)
  • Arturo López - Esposo de Patricia Andrade
  • Susana López de Granados - Cirugía de la mano
  • Madre Susy - En lo físico y espiritual
  • María Teresa Manzúr Pérez - Motivos particulares
  • Roberto Marcos - Esposo de Rosa María Miranda
  • Alfredo Ordoñez Stracuzzi - Hermano de Silvana
  • Virginia Pérez - Hermana de Patricia 
  • Emma Stracuzzi de Ordoñez - Mamá de Silvana
  • Eileen Valarezo - Motivos particulares
  • Olga de Vallejo - Tía de María Juanita 
  • Sherri Webb-Butler - Amiga de María Juanita

Gracias a Dios por todo lo bueno que nos ha enviado, y lo no tan bueno, pués estas experiencias, nos dán madurez para aceptar lo que muchas veces no comprendemos o no podemos cambiar.  Por todas las que han cumplido otro año más de vida, y por las que lo harán en éste mes.  Por las que celebran Aniversarios de Bodas, por todo lo que traiga alegría y felicidad a nuestras vidas, te lo agradecemos y mucho!


Oraciones por su descanso en la paz del Señor

Por Alex Reshuan Antón, primo hermano de Marjorie, para quien igualmente extendemos nuestro  sentido pésame a ella y su familia.  Por Luis Aguirre - Esposo de Martha Lamota, prima de Patricia Pérez, para quién va nuestro más sentido pésame a ella y a su familia, por todos nuestros padres, hermanos, tíos, primos y familiares más lejanos,  amigos queridos que fallecieron en la paz del Señor durante los meses y años pasados.  Por Alex Reshuan Antón, primo hermano de Marjorie, para quien igualmente extendemos nuestro  sentido pésame a ella y su familia